Por Ruchi Shroff, Navdanya International – Lifegate, 27 de Abril de 2018 | Fuente|English | Italiano
Se necesita una transición hacia la agroecología para golpear los dictados del modelo de producción que está envenenando nuestro planeta y nuestras vidas.
La agroecología representa una solución a las crisis interconectadas de nuestra era, no solamente en el sector agrícola, sino también en los ámbitos económicos y sociales. Desde hace más de treinta años, Navdanya, junto con otras organizaciones de la sociedad civil en todo el mundo, ha ido promocionando un método circular regenerador y ecológico para contrastar con la degradación medioambiental creciente, la pobreza, las emergencias sanitarias y la malnutrición. Cambiar el actual paradigma de la agricultura extractiva, basado en la explotación unilateral de los recursos y de las riquezas de la naturaleza es considerado una prioridad de nuestra era.
La revolución verde ya no es sostenible
Un cambio de paradigma al cual, finalmente, la FAO ha prestado atención en el marco del Secundo Simposio sobre la Agroecología que tuvo lugar en Roma del 3 al 5 de abril. Esto es un paso importante en la buena dirección, considerando que tanto la intervención del Director General de la FAO, Graziano da Silva, como el documento final del simposio denunciaron la falta de sostenibilidad de la industria agrícola del modelo de la Revolución Verde. Efectivamente, recalcan como la agroecología contribuye directamente a algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGs en inglés) más importantes, tales como la erradicación de la pobreza y del hambre, garantizando la calidad de la educación, el logro de la igualdad de géneros, un aumento en la eficiencia del uso del agua, la promoción de condiciones de trabajo decentes, garantizando un consumo y una producción sostenibles, la consolidación de la resiliencia climática, el uso sostenible de los recursos marinos y la detención de la pérdida de la biodiversidad.
La agroecología como visión de la vida preservando la biodiversidad
Los estudios y resultados de los proyectos presentados por las más de 350 organizaciones de la sociedad civil presentes al simposio aportan la prueba de que la agroecología funciona y que podría probablemente funcionar aún mejor con el apoyo de investigaciones gubernamentales y científicas. La FAO ha reconocido la importancia de los conocimientos tradicionales de los agricultores y de su papel crucial frente a los problemas de seguridad alimenticia. Como tal, lo que deben proclamar los pequeños productores y los consumidores es un nuevo paradigma económico y agrícola, un cultivo de los alimentos basado en la salud, en el cual la responsabilidad ecológica y la justicia económica toman ventaja sobre los sistemas extractivos de producción de hoy en día basados en el consumo y en el lucro. La participación de los agricultores y de los consumidores es esencial tanto para lograr superar un modelo de producción que está envenenando nuestro planeta y nuestra vida, como para promocionar un nuevo modelo de producción que preserve la biodiversidad y promueva la sostenibilidad medioambiental. La agroecología, de hecho, no es solamente un conjunto de técnicas, sino también una visión completa de la vida, basada en el concepto de integración entre los seres humanos y la naturaleza, como lo recalca la declaración de los pequeños productores y de las organizaciones de sociedad civil.
La agricultura industrial no está alimentando al mundo
El actual sistema de alimentación industrial, basado en los monocultivos, el uso masivo de agroquímicos, la comercialización de semillas genéticamente modificadas, y apoyado por las políticas neoliberales y la liberalización del comercio, representa una seria amenaza con un alto coste social, medioambiental y sanitario. A lo largo de los años, hemos permitido que algunas compañías internacionales consoliden sus monopolios y tomen el control de nuestras semillas, de nuestro alimento y de nuestra salud. La agricultura industrial fue fundada y promocionada entorno al concepto erróneo de que el aumento de la producción de alimentos a bajo coste era un paso necesario para alimentar a la población mundial creciente. Sin embargo, después de haber contaminado una parte considerable de los suelos y de los acuíferos, de haber dañado la biodiversidad, en la mayoría de los casos de manera irreparable, y de haber contribuido de manera decisiva en el empeoramiento de la actual crisis climática, la agricultura industrial solo puede revindicar una parte relativamente pequeña de la producción global de alimentos. De hecho la mayoría de los alimentos que consumimos está todavía producida por pequeños y medianos agricultores, mientras la mayoría de los cultivos procedentes del sector industrial, tal como el maíz o la soja, es utilizada principalmente para alimentar a los animales o para producir biocombustibles. Este es el fallo de la revolución verde, ya que «el aumento de la producción y de la productividad ha alcanzado un alto coste medioambiental», como lo recalca Da Silva, y eso sin haber solucionado el problema del hambre en el mundo. En 2016, 815 millones de personas sufrían de malnutrición, mientras más de 1,9 mil millones de adultos padecían de sobrepeso, entre los cuales contamos más de 650 millones de obesos.
La soberanía es el punto de partida
El problema no es la productividad en sí, sino la distribución, la pobreza y la calidad de los alimentos. Hemos de promover la soberanía alimenticia, empezando desde la soberanía sobre las semillas e impidiendo que las compañías multinacionales tomen el control sobre nuestras democracias y nuestros sistemas de producción de los alimentos. Con el fracaso obvio de la revolución verde, es necesario parar un modelo productivo que priva a los pequeños agricultores de las herramientas que garantizan su propio sustento, expulsa a las poblaciones rurales de sus tierras para dar lugar a la agricultura industrial, y reduce la biodiversidad a favor de los monocultivos.
En este escenario, los consumidores no tienen otra elección que la de comprar alimentos no saludables, cultivados en suelos contaminados y envenenados por químicos. Otro efecto colateral de la revolución verde, resaltado por la Dirección General de la FAO, es que «el uso generalizado de químicos fertilizantes y de pesticidas ha contribuido a la degradación de los suelos, la contaminación del agua y la pérdida de la biodiversidad.» Una declaración acertada, a la cual cabría añadir el número estimado de vidas humanas perdidas recientemente, aprobado por Hilal Elver, el Reportero Especialista de las Naciones Unidas en cuestión de derecho a la alimentación, que revela «el efecto catastrófico que tienen los pesticidas sobre el medioambiente, la salud humana y la sociedad en general», a la vez de ser responsables de alrededor de 200 000 muertes al año.
Detrás de los mitos y de la propaganda creada por las multinacionales, hay más conocimientos, investigaciones y casos para demostrar que no se necesitan productos agrotóxicos para producir alimentos. Cuando los agricultores son soberanos de sus cultivos, yendo de las semillas a los insumos agrícolas, reduciendo la dependencia comercial y construyendo resiliencia utilizando los recursos locales, los sistemas agrícolas se vuelven ecológica, social y económicamente sostenibles. La agricultura industrial no ha contribuido solamente a dañar el medioambiente, reduciendo los nutrientes en los cultivos e incrementando los problemas de salud, sino también ha tenido un impacto mayor en el cambio climático. Hoy en día la industria agrícola y el sistema de alimentación globalizado son responsables de 40 por ciento de los gases con efecto invernadero. Además, los monocultivos son vulnerables a las condiciones climáticas inestables. Un estudio llevado por Navdanya en la India en 4 agrosistemas diferentes (seco, semiseco, subhúmedo y húmedo) demuestra como la agricultura orgánica puede ayudar a mitigar el cambio climático y aumentar la resiliencia.
Ahora se espera de la FAO y de otras organizaciones que aumenten sus esfuerzos para apoyar a la agroecología en el mundo y que ayuden a las organizaciones de la sociedad civil y a los pequeños productores a presionar los gobiernos para que tomen las medidas apropiadas para diversificar las políticas comerciales, lanzar nuevos programas para una asistencia educativa, técnica y financiera, y para reconocer y promocionar la agroecología.
Translation kindly provided by Céline Art idiomart.translation@gmail.com