Por Manlio Masucci – L’Extraterrestre, Il Manifesto, 16 de abril de 2020 | Fuente
Un continente acorralado por los intereses económicos de un imperio, una población atormentada y desesperada, un hombre que decidió luchar contra lo infinitamente grande con un instrumento extremadamente pequeño. Esta es la historia de Mahatma Gandhi y su decisión de oponerse y derrotar el invasor británico a través del símbolo de la rueca, charka en hindi, una rudimentaria herramienta utilizada para desenredar madejas de algodón. Este símbolo de la independencia de la India, su importancia representada en ser icorporada al interior de la bandera nacional en los años 40, no era tan comun, que en ese momento ya había caído en desuso y que el propio Gandhi luchó por obtener uno. Sin embargo, ese instrumento, tan pequeño y poco costoso, representaba el símbolo perfecto de la lucha por la independencia de la India precisamente porque llevaba el fuerte mensaje de que era capaz de desenredar la compleja madeja de los intereses empresariales. Un mensaje, al mismo tiempo, extremadamente simple: vivir, según las mismas palabras del Mahatma, sin herir a otros y reformar la relación existente entre ricos y pobres, entre el capital y el trabajo.
La fuerza de ese símbolo ayudó a unir al pueblo de India y a lograr el objetivo de la independencia. No es casualidad que Vandana Shiva, ambientalista de la India y presidente de Navdanya International, comience su último ensayo, «Semi di libertà» (Semillas de libertad)*, contando la historia de la rueca de Gandhi. Además del rudimentario instrumento, elegido por el Mahatma para simbolizar el camino de la independencia, las semillas también conservan, dentro de ellas, un gran poder envuelto en un espacio muy pequeño. El símbolo del movimiento contra la globalización de las multinacionales puede, por lo tanto, ser perfectamente representado por una semilla, el protector de esa vida atacada, degradada y reensamblada, etiquetada, tasada y vendida al precio más alto. Y sigue siendo la India la que representa el lugar, físico e idóneo, de esta batalla que, a varios niveles, afecta a todo el planeta. Hoy en día, la clase campesina india, siendo la más grande del mundo, se enfrenta a un reto sin sin precedentes y se arriesga a la extinción. Como la tierra sigue siendo la mayor fuente de sustento, asegurando la subsistencia de casi dos tercios de la población, la semilla es la principal y más común fuente para asegurar el sustento. Sin embargo, los agricultores no pueden sobrevivir debido a los monopolios dictados por las multinacionales que modifican y patentan las semillas con el objetivo de privatizarlas. La deuda contraída para la compra de estas semillas, con sus necesarios kits de fertilizantes y pesticidas, está empujando progresivamente a la población rural fuera de sus tierras. Provocando que hordas de campesinos se vayan a la megápolis, desbordando los deteriorados e insalubres barrios de favelas y dejando sus tierras en manos de grandes propietarios y sus monocultivos intensivos.
En resumen, en una semilla, las cuestiones sociales y ecológicas se entrelazan. La uniformidad, el mantra de la globalización, es una amenaza para nuestra supervivencia.
La conservación de la biodiversidad es la precondición para la libertad de todos; el prerrequisito para asegurar el florecimiento de alternativas dentro de la sociedad y la economía. La semilla indígena es, por lo tanto, la rueca de nuestros tiempos, el símbolo de la resistencia a los monocultivos y al monopolio de las multinacionales. Otra agricultura es posible, concluye Vandana Shiva, pero debemos superar la lógica del lucro y volver a proteger el trabajo de los agricultores, la salud de las personas y la biodiversidad de la Tierra.
*Ref: Vandana Shiva, “Iglesia viva: revista de pensamiento cristiano”, no. 272, 2017
Translation kindly provided by Carla Ramos